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Mi estilo terapeútico

  • 5 abr 2021
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 20 may 2021

Hoy después de treinta años de ejercer la profesión de Psicóloga, y mirando con el retrovisor, veo como he venido construyendo mi estilo propio, porque no ejerzo desde un tipo de psicoterapia establecido, no soy sistémica, ni dinámica, ni humanista, ni analista, ni conductista, ni ninguna otra de las muchas que hay.


Mi estilo es único y personal, y lo sigo construyendo día a día, obviamente desde la ciencia y la academia, pero mayormente desde las personas que acuden a mi consulta, a mis grupos de terapia, a mis talleres y demás actividades que practico. Es a partir de la comunicación con los consultantes que he aprendido casi todo lo que

sé. Son ellos mis maestros porque de cada persona aprendo cosas nuevas.



Para mí, lo más importante que he aprendido es que las emociones no se gestionan en la mente sino en el corazón, los sentimientos no se racionalizan solo se sienten y como tal se expresan, y cuando se les da el espacio sin juzgar y respetando la vulnerabilidad como un valor, y la fortaleza no como estoicismo, sino como la capacidad de expresar lo que se siente y lo que se piensa sin temor; es cuando realmente fluye el proceso psicoterapéutico y se avanza hacia el cambio.


Las emociones se gestionan en el corazón


Lo anterior se logra porque se da además de la empatía necesaria, la comprensión desde el corazón. Cuando el profesional logra comprender que enfrente tiene un corazón roto de una persona vulnerable, asustada y angustiada, que acude por necesidad, de ser no solo validada, sino reconocida y aceptada, y sobre todo escuchada; a pesar de sentirse como se siente y verse como se ve, es cuando de verdad, se conectan el apoyo por un lado y la necesidad de un corazón roto por el otro.


Por eso con cada persona que atiendo, o con cada grupo de terapia que intervengo; lo primero que hago es tratar de comprender ese ser con su corazón roto que está frente a mí y lo veo tan valiente por tomar la decisión de abrirme su corazón y permitirme la conexión con él, que inmediatamente empieza a desarrollarse la terapia en sí.


En medio de una conversación abierta, cálida, amena y fluida, donde la persona con el corazón roto logra expresarse desde la emoción y el sentimiento, para con calma y lentamente ir conectando con la razón, y es así como permitiéndole a su emoción, que puede ser miedo, rabia, culpa o dolor; fluir naturalmente y sin contenerse, es que ese corazón roto logra ya no solo comprender sino entender, lo que piensa, siente y hace e inmediatamente empieza a vislumbrar como gestionar pérdida.


Finalmente y ya concluyendo, mi estilo terapéutico es personal, y parte de la voluntad de ser cercana, de conectar, de sensibilizarme, de empatizar, de comprender, de respetar, de no juzgar, de hacer a un lado mis prejuicios y creencias, pero sobretodo de escuchar desde el amor por quien tengo en frente.


 
 
 

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