Un viaje a través del suicidio de un ser amado.
- unaluzparamiduelo
- 13 ago 2024
- 5 Min. de lectura
El suicidio
También se puede honrar la muerte por suicidio, porque básicamente la vida es una ceremonia de despedida y la muerte por causa de suicidio es parte de esa ceremonia. Cuando se ha tenido presente la práctica espiritual, se tiene oportunidad de crear uniones mas profundas desde la trascendencia y el significado que esto conlleva. Se puede ser compasivo y comprensivo con si mismo, y con las personas que amamos independientemente de las decisiones que tomaron.
El suicidio es un fenómeno muy complejo, difícil de entender y también de asumir sin un gran sentimiento de culpa, sin comprender el por qué. Y deja tras de sí una huella imborrable de emociones difíciles de gestionar. Y todas las preguntas sin respuesta. Solo queda para los deudos, el para qué, y es en ese para qué, como tal vez puedan encontrar respuestas donde la culpa no sea el sentimiento dominante que trata de encontrarlas, sino mas bien es, a través del “el para qué” el que permite alguna posibilidad de encontrar respuestas y significado a lo que pasó.
Ver su cuerpo inerte, que ya no está conteniendo su alma, es desgarrador y aniquilante. Solo hay neblina donde la desesperación, el dolor punzante, el impacto y aturdimiento, la perdida de la razón por un momento, son los protagonistas principales. Sin embargo, inevitablemente llegó la muerte, que es la gran maestra y que nos pone frente a frente con “el para qué” nos toca vivir lo que para todos es tal vez la tragedia mas grande de la vida. Y no el por qué. El por qué le corresponde al suicida y el para qué a los dolientes.
No existe un dolor mas grande, mas desgarrador. Porque no solo es en nuestro corazón, sino que además es físico, porque los ritmos físicos propios también se regulan con el otro tan amado que murió y ya no está para regularnos. Quedamos desregulados no solo física sino mental, emocional y socialmente con el suicidio de la persona amada.
El dolor emocional por el suicidio pone en perspectiva cualquier otro dolor por cualquier pérdida que ya hubiéramos tenido. Jamás se ha sentido un dolor ni siquiera parecido, no se compara con nada y es indescriptible. Rompe con la realidad como se conocía. Y se empieza a construir una nueva realidad desde las cenizas.
A veces la muerte puede sanar las heridas relacionales, permite reparar los vínculos desgastados, acercarse desde la esencia, desde lo mas genuino y certero. Podemos reflejar nuestros puntos mas débiles en el otro, y le exigimos demasiado, dejando de lado el reconocimiento, la validación y el amor que sentimos. De ahí se desprende la culpa. Porque apenas con su muerte, empezamos a sentir la gratitud por esa persona amada, que tal vez, no reconocimos lo suficiente, desde el gran valor que tenía, y solo después de su muerte nos damos cuenta que es mas lo que tenemos para agradecerle que por reprocharle. Sin embargo es inevitable que ahora le reprochamos su muerte, con sentimiento de culpa, rabia, miedo y dolor intenso.
Encontramos algunas personas, que son inspiradoras en este proceso de duelo, su forma de ver la vida y la muerte. Su aceptación desde el amor y la trascendencia. Ven lo que queda mas allá de la persona que murió, como sigue viviendo a través de los que quedamos. Parte de el o ella soy yo, y eso me sostiene. Pero no lograremos verlo y sentirlo hasta después de mucho tiempo de ir recorriendo nuestro proceso de duelo.
Ante el suicidio de una persona querida en la vida, los equivocados somos nosotros. Esta persona ya recorrió su camino y llegó a la meta. Celebrar la muerte como llegada a la meta única de la vida es tan difícil que suena a ironía. Pero la vida no es como queremos, la vida es como es, y tiene entre si lo inevitable y mas grande que todo. La muerte. El destino hace parte y nosotros somos un grano de arena minúsculo que está donde le corresponde y se va cuando le toca. Nuestra persona amada es otro grano de arena como nosotros.
Nos duele, nos dolerá por mucho tiempo, y el pesar tal vez sea para toda la vida. El dolor que se siente es por todo el amor que le teníamos y le tenemos, y es ese amor el que nos sostiene en el dolor y el que nos va sanando de a poco, despacio, porque finalmente el amor es mas poderoso que el dolor. Pero mientras tanto nos invaden las emociones como la rabia, la culpa, la confusión, la incertidumbre, la desesperanza y hasta el trauma. Es lo que nos toca vivir y sentir, obligatoriamente, durante el trayecto, hasta lograr resignificar la muerte por suicidio y retomar la vida con ilusión.
La persona querida que se suicidó, lo hizo por su propia cuenta, es un misterio difícil de transitar y peor aun de comprender. Jamás sabremos la causa, o el motivo y la razón de su decisión. Es algo que se sale de nuestras manos y que es parte del destino que es mas grande que nosotros. Hace parte del misterio de la vida y lo que queda es vivir por esa persona que ya trascendió por si misma. Los que quedan no son muertos en vida, sino que son vida. Y en esa vida está tatuado el ser que se suicidó, de tal manera que seguirá dentro de ti hasta tu propia muerte.
No pudimos salvarlo o salvarla, tampoco nos correspondía. No dependía de nosotros. Pudimos acompañar, apoyar, orientar a nuestra persona querida en más ocasiones de lo que recordamos o sabemos. Pero no somos los dueños de su vida y de su muerte. La persona murió y seguramente descansó al soltar su sufrimiento a la propia muerte. Mató su dolor y al hacerlo acabó con su vida. Pero finalmente logró su propósito: dejar de sufrir y descansar.
El o ella no son solo suicido y tragedia, esto no puede ser lo que los define para después de su muerte. Más bien son personas que dejaron huella en muchos corazones. Grandes legados y aportes. Recuerdos hermosos. Y tal vez gratitud en muchos, por el privilegio de haberlos conocido y haber sido parte de sus vidas.
Llegará el día en que logres comprender y trascender la causa de su muerte sin dolor, y que puedas honrar a tu persona que murió, dejándola instalada en tu corazón con todo su legado. Algún día sentirás gratitud por lo que del él o ella aprendiste, tanto de su vida, como de su muerte y después de su muerte.
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